
Cuando estoy diseñando una marca, una de las primeras preguntas que le hago al cliente es:
“Si tu marca fuera una persona, ¿cómo sería?”
Y no es una pregunta al azar. Es una de las más importantes.
Pensar en una marca como una persona nos ayuda a darle alma, voz, emociones, carácter. Nos permite definir si es amigable o seria, si habla con entusiasmo o con calma, si inspira confianza, creatividad, autoridad o cercanía.
Porque una marca no solo se ve: se siente. Y para lograr eso, necesitamos entender cómo sería su forma de pensar, cómo se comportaría frente a sus clientes, cómo reaccionaría en una crisis, cómo contaría su historia.
Todo eso nos da las pistas para elegir el color correcto, la tipografía adecuada, el estilo visual, el tono de comunicación, y hasta cómo se comportará en redes sociales.
Diseñar una marca sin conocer su personalidad es como dibujar un rostro sin saber quién es. Puede verse bien, pero no dice nada. Y hoy, más que nunca, las marcas que conectan son las que tienen una personalidad auténtica y coherente.
Así que, si esta empezando un proyecto, pregúntele: ¿Cómo sería mi marca si fuera una persona? La respuesta a esa pregunta puede cambiarlo todo.