
Recuerdo haber escuchado historias de los veteranos del diseño, aquellos que trazaban a mano cada línea, medían con regla, cortaban con bisturí y pegaban textos con precisión milimétrica. Eran otros tiempos. Cuando llegaron las primeras computadoras, muchos pensaron que sería el fin del diseño como lo conocían. Pero no fue así, fue el comienzo de una nueva era.
Hoy, estamos viviendo algo similar. La inteligencia artificial ha entrado con fuerza en el mundo del diseño. Genera logos, propone paletas de colores, crea ilustraciones en segundos e incluso redacta textos. Y de nuevo, la pregunta flota en el aire: ¿Nos va a quitar el trabajo?
Como diseñador gráfico con algunos años de experiencia, puedo decir con certeza: la IA no reemplaza la creatividad humana, la potencia.
Sí, hay herramientas que automatizan tareas repetitivas, que antes nos llevaban horas. Pero eso no nos hace menos valiosos, nos libera. Nos da más tiempo para enfocarnos en lo que realmente importa: las ideas, el concepto, el mensaje detrás del diseño. La inteligencia artificial es un pincel más en nuestra caja de herramientas, no el artista.
Así como el paso del papel a la pantalla no eliminó al diseñador, sino que lo transformó, la IA es una evolución natural. Está en nuestras manos decidir cómo la usamos: como una amenaza o como una aliada.
Hoy, más que nunca, el diseño necesita alma, criterio, sensibilidad… cosas que no se generan con un clic. Lo que hacemos no es solo mover formas o aplicar filtros: es conectar, emocionar, contar historias. Y eso sigue siendo terreno humano.
Así que no, no tengo miedo. Tengo curiosidad. Porque si algo aprendí con los años es que cada cambio trae una oportunidad. Y yo elijo adaptarme, aprender y evolucionar, como lo hicieron aquellos diseñadores que pasaron del papel al pixel.
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