Hace algunos años, si querías comunicar un mensaje visualmente, ibas directo a lo físico: una valla, un afiche, una lona bien impresa, algo que se viera grande y claro. Hoy, cada vez que paso por una calle principal, veo cómo esas superficies estáticas están siendo reemplazadas por pantallas LED, contenidos animados y gráficos en movimiento que captan la atención de inmediato.
El diseño gráfico, tal como lo conocíamos, está evolucionando hacia la animación y el video. Ya no basta con diseñar algo bonito y bien compuesto; ahora, ese diseño cobra vida.
Esto me hace pensar: ¿deberíamos los diseñadores gráficos aprender al menos lo básico de animación?
Yo creo que sí.
No se trata de convertirnos todos en motion designers o editores de video profesionales. Se trata de entender el lenguaje del movimiento, cómo fluye una transición, cómo una imagen se convierte en mensaje con solo unos segundos de acción. Aprender lo básico nos ayuda a colaborar mejor con animadores, a proponer ideas más completas y a adaptarnos al nuevo ritmo de la comunicación visual.
Porque las marcas ya están ahí. Ya no quieren solo verse, quieren moverse.
Quieren contar historias que cambien en tiempo real, que interactúen, que sorprendan. Y nosotros, como creativos visuales, no podemos quedarnos atrás.
Así como en su momento pasamos del pincel al mouse, ahora toca aprender a mover nuestras ideas.
Literalmente.