
Hace un tiempo trabajé con un cliente que tenía un emprendimiento de construcción. Cuando me pidió el logo, su idea era clara… demasiado clara. Quería que en el logo apareciera absolutamente todo lo que hacía: el nombre completo de la empresa, un martillo, una sierra, algo de electricidad, un símbolo de soldadura, algo de madera, unas vigas de metal, y hasta un engranaje por si acaso. Todo junto. Todo en un solo símbolo.
Y yo pensé: esto no es un logo… esto es una enciclopedia visual.
Pero ese tipo de solicitudes no son raras. Muchas personas quieren meterlo todo en el logo. Piensan que, como la marca tiene que representarlos, entonces el logo tiene que contar todo, de una sola vez.
Y ahí es donde viene el error.
Siempre digo lo mismo: el logo no tiene que explicar, tiene que representar. El logo no es el catálogo, ni el brochure, ni el discurso. Es el rostro.
Lo explico con una analogía que uso mucho, porque funciona:
Imaginemos que usted se llama Juan. Un día sale a conocer gente y quiere mostrar todo lo que le gusta y todo lo que hace. Entonces se pone una camiseta de fútbol, una bata de médico encima, un sombrero de chef, pantuflas, el celular colgado al cuello, unas películas de Marvel en el bolsillo y se va en bicicleta.
Sí, todo eso habla de usted… pero ¿realmente es la mejor manera de presentarse? ¿No sería más lógico que Juan se vista normal, se muestre tal como es, y si alguien le pregunta: “¿Qué hacés?”, él responda:
“Me llamo Juan, soy médico, me gusta el fútbol, cocino en mis ratos libres, me encantan las pelis y voy al trabajo en bici”?
Eso es mucho más natural. Más claro. Más fácil de recordar. Y con una marca pasa lo mismo.
El logo es como la cara de Juan. Es la primera impresión. Es simple, clara, reconocible.
Y detrás de esa cara hay una personalidad, una historia, un universo de cosas que se van conociendo con el tiempo, a través del branding: el tono de voz, los mensajes, los colores, la identidad visual, el empaque, las redes, los valores.
No es necesario poner todo en un solo gráfico.
Un buen logo no dice todo. Pero dice lo justo para que la gente se acerque, pregunte, se interese y recuerde.
Y eso, en un mundo donde todos compiten por atención, vale mucho más que un logotipo sobrecargado que nadie puede entender ni recordar.
Así que si usted está construyendo una marca, piense en Juan. Preséntese con claridad. Deje que su branding cuente la historia completa.
Y recuerde: un logo no necesita gritar todo lo que hace. Solo necesita decir quién es.
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